¿Los créditos de carbono forestal “peor que nada”? Hay más en esta historia

© Charlie Shoemaker

Más de 3,000 personas en los Estados Unidos recibieron un trasplante de corazón el año pasado.

Este procedimiento de prolongación de la vida pasó de lo teórico a lo experimental, a lo común gracias a décadas de investigación y experimentación, y al fracaso.

Igual ha pasado con una de las ideas más llamativas para enfrentar la crisis climática.

La idea: pagar a los países para que no reduzcan sus bosques mediante la venta de “créditos de carbono”. Los contaminadores de los países desarrollados podrían comprar y comercializar créditos, según la idea, y los ingresos que se pagan a los propietarios de tierras de los países en desarrollo son un incentivo para conservar los bosques en pie. En última instancia, las fuerzas del mercado desalentarían la contaminación de carbono ya que los precios de estos créditos aumentarían con el tiempo, mientras que los bosques absorberían más carbono de la atmósfera.

Esta idea ha tomado varias formas a lo largo de los años; en cada caso, se descubrió rápidamente que era más complicado en realidad que en papel, y muchos de esos proyectos no lograban los beneficios climáticos esperados.

Y eso, de acuerdo con el artículo de ProPublica publicado esta semana, “An (Even More) Inconvenient Truth: Why Carbon Credits for Forest Preservation May Be Worse Than Nothing”, son pruebas suficientes para concluir que todos los esfuerzos que se realicen con créditos de carbono están condenados al fracaso, y que deberíamos dejar de intentarlo.

Afortunadamente los cirujanos cardiacos del mundo no hayan adoptado este enfoque.

El escrutinio de los programas de créditos de carbono forestal es algo bueno. Lo peor que podemos hacer es tirar el dinero en algo que no sirve y perder el tiempo limitado que tenemos para tratar de construir algo que esta destinado a fallar.

El artículo de ProPublica se investigó a fondo y explica muy bien los enormes desafíos y la complejidad que enfrentan tales iniciativas: ¿Cómo podemos prevenir las “fugas” (el desplazamiento de la deforestación de un lugar a otro)? ¿Cómo nos aseguramos de que los créditos de carbono no permitan simplemente que los contaminadores sigan contaminando? ¿Cómo aseguramos la “permanencia” (la durabilidad de los planes de manejo para los bosques) y la “adicionalidad” (que los recortes de emisiones no se hubieran producido sin los créditos de carbono)?

Y no menos importante: ¿Cómo pagamos todo esto?

Todos estos, son desafíos que se pueden resolver. Usar proyectos fallidos para tomar estos desafíos como una razón para condenar a todos los programas de crédito de carbono al fracaso no solo es incorrecto; dado al breve período de tiempo que la humanidad tiene para prevenir el cambio climático, es peligroso. No podemos doblar la curva de carbono sin eliminar gradualmente los combustibles fósiles y proteger la naturaleza, y los créditos de carbono basados ​​en el bosque son una forma de hacer ambas cosas.

El hecho es que muchos de los desafíos anteriores ya se han abordado.

En el futuro, todos los créditos de carbono forestales comercializados internacionalmente deberán cumplir con los requisitos acordados por las Naciones Unidas, incluido el uso de una línea de base nacional contra la cual se miden las tasas de deforestación para garantizar que se eviten las emisiones; un sistema nacional de monitoreo forestal para que los cambios contra esa línea de base puedan medirse con precisión; una estrategia nacional para evitar las fugas; y el cumplimiento de las salvaguardas que aseguran la permanencia y la participación documentada de los interesados ​​locales, incluidos los pueblos indígenas.

Los mercados a gran escala de créditos de carbono que se adhieren a estas normas se están diseñando en el marco del Acuerdo de París sobre el cambio climático, para las emisiones de los viajes aéreos internacionales, y en California.

Por ejemplo, el borrador de la Norma para bosques tropicales de California, que establece los criterios para los créditos de carbono que podrían utilizarse en California, especifica requisitos similares, incluido un amortiguador para reemplazar los aumentos en la deforestación; una línea de base de crédito que comienza un 10% por debajo del nivel de referencia histórico y continúa disminuyendo, lo que proporciona aún más seguridad de que los créditos son “adicionales”; e informes verificados por terceros sobre contabilidad de carbono y salvaguardas sociales y ambientales.

A medida que estos mercados comiencen a funcionar, se espera que la demanda de créditos de carbono aumente significativamente, llevando miles de millones de dólares a la conservación forestal como una acción climática clave.

El programa de capitalización y comercio de California ya está financiando la conservación y restauración de los bosques: hasta la fecha, se han comercializado casi 110 millones de créditos forestales, generando más de US $ 500 millones, la mitad de los cuales se destinó a las comunidades de nativos americanos. Para abordar las preocupaciones de que los créditos de carbono forestal equivalen a una licencia para contaminar, California ha limitado la proporción de cumplimiento de las empresas que se puede cumplir a través de compensaciones del 8%, para reducir al 6% en 2020.

Otros programas exitosos de créditos de carbono forestal eludieron el ojo de ProPublica.

Costa Rica, por ejemplo, estableció leyes en la década de 1990 para reducir la deforestación y restaurar los bosques, incluido un impuesto a los combustibles innovadores para financiar los pagos a los propietarios para mantener a los bosques en pie. El país centroamericano monitorea las tasas de deforestación para saber si están obteniendo resultados en todo el país o simplemente están desplazando (o retrasando) la deforestación. A través de este sistema, Costa Rica genera US $ 30 millones al año para la conservación de los bosques y ha conservado o restaurado cerca de 1 millón de hectáreas. El siguiente paso: vender los créditos de carbono generados a través de este programa a compradores internacionales.

En el Bosque Protegido Alto Mayo de Perú, que a pesar de su estado protegido vio la deforestación alimentada por la invasión agrícola y la tala ilegal, Conservación Internacional ayuda a brindar a los agricultores locales alternativas económicas a la deforestación. Las familias de esta área se comprometen a no talar árboles en sus tierras a cambio de beneficios tales como capacitación agrícola, cocinas mejoradas y materiales educativos. Estos acuerdos han sido parcialmente financiados a través de créditos de carbono. Ahora, Conservación Internacional está trabajando con los gobiernos nacionales y regionales para garantizar que los futuros créditos de carbono de Alto Mayo formen parte del programa nacional de Perú y cumplan con los requisitos de las Naciones Unidas.

Los créditos de carbono no son una bala de plata. Son solo una de las formas de generar financiamiento para proteger la naturaleza y mejorar su capacidad para regular el clima.

El premio y el propósito detrás de todo esto es mantener las temperaturas promedio globales dentro de un rango seguro. Nuestros esfuerzos en este ámbito, como todos los esfuerzos humanos, se basan en los intentos y fracasos del pasado. No es hora de, digámoslo así, perder la esperanza.

Joanna Durbin es directora de la Alianza Clima, Comunidad y Biodiversidad. Lina Barrera, directora senior de política internacional en Conservation International, y Will Turner, vicepresidente senior de estrategias globales en Conservation International contribuyeron a este artículo. Este post fur traducido al inglés por Julian Sotelo, coordinador de comunicaciones para la División de Colombia de Conservación Internacional.

 

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