Conoce a una conservacionista peruana. Por el Día de los mares te presentamos a nuestra Gerente del Programa de Océanos y su pasión por el mar

septiembre 29, 2020

Nota del Editor: Cynthia Céspedes es gerente del Programa de Océanos de Conservación Internacional y ha dedicado toda su vida profesional a su conservación. Ha trabajado en gestión de áreas protegidas marino-costeras y apoyado en el diseño y gestión de proyectos para promover la conservación de ecosistemas clave. Por el día de los mares conversamos con ella para conocer un poco acerca de su historia con el mar


¿Cómo surgió tu interés por querer estudiar el mar?

El olor a mar me fascina desde niña. Mi papá es de Pisco y nos llevaba siempre a Pisco y Paracas en nuestras vacaciones. Cada vez que íbamos, y visitábamos sus playas me quedaba impresionada por la inmensidad del mar. Solíamos almorzar en un restaurante en San Andrés, donde servían unos platos exquisitos y los pescados no tenían el tamaño de ahora, eran mucho más grandes. La primera vez que visité las Islas Ballestas no podía creer que en un espacio tan pequeño pudiese ver tantos pingüinos de Humboldt, diversas aves, y lobos marinos. Recuerdo también que acampamos en Paracas para ver al cometa Halley, y esa conexión con el desierto y el mar me marcó. Decidí estudiar biología, pero en la universidad que elegí no había biología marina. Así que busqué hacer mis prácticas pre-profesionales  en algún tema relacionado al mar y tuve la suerte de empezar apoyando una investigación sobre el comportamiento reproductivo de lobos marinos en las Islas Ballestas. Durante tres veranos seguidos apoyé este estudio, vivíamos en la isla prácticamente todo el verano. Fueron años muy felices; los mamíferos marinos eran lo que más me apasionaba.

¿Tienes alguna experiencia en el mar que te marcó?

Durante mis prácticas recuerdo haber visto a las crías de lobo morir aplastadas por las estampidas ocasionadas por las lanchas turísticas que se acercaban demasiado a la playa en época de cría, y repetidas veces también se metían a las islas a robar el guano. Los guardianes de la isla no podían hacer mucho por la limitada logística con la que contaban. A raíz de estos incidentes es que me empecé a interesar por cómo aplicar toda esa ciencia en garantizar el cuidado de la vida marina que tanto me fascinaba. Empecé a trabajar en conservación desde el Estado, apoyando en la promoción de políticas que garantizaran una mayor protección de la naturaleza. Fui testigo de que se podían lograr cambios como impulsando la creación de nuevas áreas naturales protegidas marino costeras; tuve la suerte de poder apoyar los procesos de creación de la Zona Reservada de Illescas, la Reserva Nacional de San Fernando y la Reserva Nacional Sistema de Islas, Islotes y Puntas Guaneras. 

 

Paracas. © Alvaro Estremadoyro

¿Cómo convertiste tu amor por el océano en una carrera en conservación? 

Para realizar mis prácticas pre-profesionales en las Islas Ballestas, me tuve que adaptar a un contexto muy precario; vivíamos aislados, sin luz, sin agua y con una infraestructura que con las justas se mantenía en pie. Yo permanecía ahí únicamente durante los veranos, sin embargo, ese era el hogar de los guarda islas que vivían ahí. La mística de aquellas personas que permanecían en esas condiciones, capaces de sacrificar tanto por conservar la biodiversidad que es de todos los peruanos me impactó. Lo mismo vi durante mis años en la Reserva Nacional de Paracas. Los presupuestos siempre eran limitados, sin embargo, la dedicación de todo el equipo humano con el que trabajamos me conmovió e hizo que me dedicara a esto. Mucha gente no conoce o no valora el sacrifico de toda la gente que trabaja por la conservación de estas áreas.

¿Como te mantienes optimista en medio de tantas noticias negativas sobre el oceano?

Yo creo que cada vez hay más conciencia, y cada vez hay más personas preocupadas por el cuidado del ambiente y de los océanos, y afortunadamente, esa preocupación se vuelve contagiosa. Las nuevas generaciones son mucho más conscientes de lo que éramos nosotros y nuestros padres, lo cual me da esperanza en que seremos capaces de cambiar nuestros hábitos de consumo. Hoy en día las áreas protegidas son parte de la currícula escolar, lo he visto en las clases de mi hijo; hay diversos movimientos ambientalistas; chefs que se han sumado al consumo responsable y que ayudan a que los mensajes de conservación lleguen a muchas más personas. Cada vez hay más información y organizaciones trabajando en la conservación de los océanos. Contar con una normativa que regula el plástico de un solo uso, por ejemplo, es un gran logro. Definitivamente aún hay muchísimo más por hacer, pero lo último que se pierde es la esperanza.

 

© Rod Mast

 ¿Qué le aconsejarías a un joven que quiere dedicarse a hacer lo que tú haces? 

Los voluntariados y las prácticas en las áreas protegidos son espacios riquísimos de aprendizaje para conocer qué es lo que se está haciendo, y qué es lo que se necesita. Además, te sirve para conocerte e ir definiendo qué cosas son las que más te gustan, dándote así una oportunidad para decidir hacia donde quieres apuntar tu carrera. Es importante también mantenerse informados sobre el trabajo que realizan diferentes instituciones y apoyar las diferentes campañas de conservación que surjan, así como ser cada día más conscientes sobre sus decisiones de consumo.